Es altamente preocupante la situación por la que atraviesa la sociedad dominicana en los últimos tiempos, con una tendencia agravante que es la violencia, la cual especialmente en los últimos meses, ha causado un baño de sangre en el país, sin que hasta el momento, se vislumbre un cambio favorable que por lo menos haga renacer la fe entre hermanos.
La violencia, es el resultado de una serie de comportamientos anormales que generalmente observa el Ser humano, tales como: la intolerancia, la arrogancia, el orgullo, el recelo, el desenfrenado amor por lo material y el “jefismo”, entre otros.
Todas estas, son manifestaciones que dejan al descubierto las debilidades humanas y en la mayoría de los casos, son causas de desgracias, de maltrato y que generalmente, terminan en violencia física que provoca muertes, laceraciones y heridas que aunque en ocasiones no son físicas, hieren en lo más profundo del Alma.
Esta es una realidad muy triste que aunque muchos no quieren entender, está exigiendo del conjunto de la sociedad actual, para asumir en forma combinada, un plan de acción encaminado a procurar una solución a tan amenazante mal, sea como sea y cueste lo que cueste.
En la búsqueda de esas soluciones, tienen que involucrarse todos los sectores sociales, en la medida en que cada uno por su parte, aporte lo mejor, en términos de los recursos indispensables, llámese apoyo logístico, económicos, morales y éticos, entre otros.
Entendemos que la ruta a seguir, debe ser en el aspecto formativo educacional e instructivo para lo cual debe conformarse una solida estructura en la que participen en igualdad de compromisos; el hogar, la escuela, las iglesias y todos los demás sectores sociales que deseen hacer sus aportes a tan exigible causa; pero también hay que contar con una justicia que aplique sanciones a los infractores y que en consecuencia, exija y vele por el cumplimiento de las leyes.
Hay que enseñar a la sociedad, que los bienes materiales están por debajo de los valores espirituales y a cultivar la misericordia y que cuando una persona es capaz de excusarse y pedir perdón, se debe ser indulgente o por lo menos, tener el valor de escucharla, cuando está dispuesta a aceptar sus errores y a enfrentar las consecuencias.
Se hace impostergable iniciar un trabajo no mediático como se acostumbra cuando hay extremos, sino con seriedad y responsabilidad, si en verdad entendemos que hay una situación que, o se resuelve, o sencillamente nos resolverá a todos y a todas sin distinción, y que esto podría ocurrir, a juzgar por cómo van las cosas, en un tiempo relativamente corto.
No hay que pasar por alto que a esto se agrega una causa que muchos no ven y que otros no quieren ver, pero que gravita poderosamente en contra de los mejores anhelos de la Nación, que es la crisis institucional por la que atraviesa nuestro país, con los serios cuestionamientos que se ciernen hoy día, sobre los tres poderes del Estado, cosa que agrava el mal comportamiento que cada día se generaliza y que de no enfrentarse con la requerida responsabilidad, nos llevará al colapso total.
¿Qué vamos a hacer con esta combinación de males?.