Se torna preocupante la situación que se vive en la República Dominicana, a raíz de haber pasado las elecciones que habrían de parir las nuevas autoridades que regirán los destinos del País, por los próximos cuatro años.
El que se creía que sería uno de los procesos electorales más brillantes y menos traumáticos que se celebrarían entre los dominicanos, de repente está resultando nada menos que una réplica de procesos anteriores, con hechos y acontecimientos que se creían olvidados o por lo menos superados.
A pesar de que vivimos tiempos relativamente modernos y con un alto grado de actualización en casi todos los aspectos de la vida social, todo parece indicar que las mentes de los dominicanos, no han pasado las pruebas de la actualización, pues parece ser que no asumimos las cosas con el necesario sentido de la responsabilidad; donde para muchos, nada es nada como dice el refrán.
Estamos en un País, donde no ha sido posible cambiar la cultura del fraude, del engaño, la compra de conciencia a cambio de migajas vergonzosas, el dispendio de los recursos del pueblo, el tráfico de influencias entre otras diabluras, que siempre salen a relucir en cada proceso electoral.
Un País, en el que algunos creíamos superados los odiosos episodios del “juntazo”, el “apagonazo”, la “alteración de Actas” para complacer a alguien, etc. En consecuencia, todo parece indicar que eso lo que hizo fue una mutación o cambio, por lo que algunos llaman: “Un datazo”, en referencia al suministro de datos, al sistema informático que hoy es de uso normal.
Una de las causas de lo que hoy se vive aquí, es el mal manejo o comportamiento que desde hace meses exhibió el Presidente de la JCE, quien ha dejado mucho que desear en el desempeño de sus funciones, no dando las respuestas necesarias a los diferentes requerimientos de los partidos políticos, con la altura de su alta investidura. Se manejó como dueño y no como Árbitro.
Entre otras cosas, hoy se cuestiona las posiciones e imposiciones establecidas por el mismo, dentro de las cuales están el establecimiento de cambios no acordados, con todos los actores del proceso y una visible urgencia de dar a conocer los resultados de las elecciones, en lo que él mismo definió en su momento como un “tiempo record”; así como la extensión del plazo de las votaciones, a las seis y tres minutos, hora en que la mayoría de los centros de votación, ya habían cerrado la recepción de votantes, como estaba establecido y por último, haber empezado a transmitir datos no oficiales, de manera pública y abierta, a muy pocos minutos del cierre oficial de los comicios, violando la disposición que se había establecido, de contar manualmente los votos y después pasarlos a los escáneres.
Hay quienes han manifestado que, la urgencia solo era para dar a conocer el ganador a la Presidencia, sin tomar en cuenta que tenía que ser igual de importante, para todos los participantes.
Todo este tipo de cosas, han sembrado grandes dudas en la pulcritud del proceso electoral y han dado pié a que muchas personas en todo el País, se hayan levantado reclamando el cumplimiento de lo que se había establecido, con la exigencia de que se les convenza, de los resultados reales, presentando elementos que según ellos, demuestran supuestas irregularidades; todo esto, a pesar de que el Organismo comicial, no ha dado por terminado el conteo de los votos.
Se impone la sensatez y el buen razonamiento entre los dominicanos, pero esto no podrá ser posible, si la JCE, no asume una posición de conductor responsable, con la debida personalidad, que le permita rescatar la credibilidad en cuestionamiento y sobre todo, actuando con diafanidad y total transparencia, en todo el accionar, en lo que resta del camino.
Debe actuarse con la debida celeridad y con pie firme, a fin de que las circunstancias, no permitan que se pierda el control, demostrando así, al que ganó que ganó y al que perdió, que perdió.
Paciencia, paciencia, por el bien de todos.