Los acuerdos entre Danilo Medina y Leonel Fernández, anunciados con algarabía, demuestran la vergonzosa degradación del Partido de la Liberación Dominicana y en gran medida de la sociedad que no se espanta, ni reacciona indignada contra tales despropósitos.
Si quedaba alguna duda sobre la verdadera naturaleza depredadora del PLD, ya no, porque sus principales dirigentes se quitaron las caretas dejando al desnudo su pobreza espiritual y moral, y su desmedida ambición económica, su razón de existir y de actuar políticamente.
Queda demostrado, una vez más, que el PLD no es una organización política en el sentido más estricto. Es, en el mejor de los casos, una asociación empresarial, una corporación, un banco privado, cuyo consejo directivo (Comité Político) toma las decisiones cada cierto tiempo que todos los demás socios y empleados deberán seguir sin cuestionar porque serian expulsados o cansados, con o sin prestaciones.
Los mayores accionistas de la Corporación Económica, con más poder que todos los grupos económicos del país juntos, (Danilo y Leonel) decidieron reelegirse en sus respectivas posiciones y mantener en sus puestos a los demás miembros del clan (Comité Político, Senadores, Diputados y Alcaldes) zanjando sus diferencias.
Como por la plata baila el mono, los más acérrimos enemigos de la reelección, tanto en el Senado como en la cámara de diputados, levantaron sus manos para aprobarla, en un gesto verdaderamente penoso. Sentí vergüenza ajena cuando los vi. Todos los insultos, los atropellos, las disquisiciones doctrinales y políticas sobre la legalidad o no de la reelección quedaron atrás.
E lunes pasado Leonel Fernández (El León domado por sus propias ambiciones) atrajo la atención de todos los dominicanos. El país se paralizó a las diez de la noche para escucharlo durante 45 minutos hablar de sus principios, de su vocación democrática, de sus temores de que Danilo se convirtiera en el Trujillo del siglo XXl que cercenara “nuestras libertades, mutilara nuestra dignidad y truncara nuestro porvenir como pueblo”. Lo escuchamos decir que todo cuanto ha sido y es se lo debe “al profesor Juan Bosch”, un hombre que se marchó del PRD para fundar el PLD ya viejo, con mucho más de 60 años, porque entendía que ese partido “ya hacía cumplido su razón de existir, que se había corrompido”.
Los “acuerdos” del PLD entre Danilo y Leonel, fueron para repartirse el Estado, legitimar la corrupción garantizándole impunidad a los ladrones, algunos con expedientes abiertos en la Suprema Corte de Justicia que recibirán otro “no ha lugar”.
Vimos a Leonel Fernández citar aquella frase emblemática de Abrahán Lincoln de que “la democracia es el régimen del pueblo, para el pueblo y por el pueblo”, para exigir un referendo, para que fuera el pueblo que decidiera; lo vimos decir que la reelección sería “nefastas”, “catastrófica”, “inaceptable”, que la Constitución debe ser “rígida”, no “flexible”. Lo vimos citar a José Martí para decir que los hombres dignos (como si él tuviera dignidad) “son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarles a los hombres su decoro.”
En esos hombres, terminó diciendo ese charlatán de feria, “van miles de hombres, va un pueblo entero, va la dignidad humana”.
Después de haber dicho todo lo que dijo ese hombre genuflexo, se reúne con Danilo, se coloca en cuclillas, se desinfla, y se desdice firmando un acuerdo económico y antidemocrático que cercena la “fábrica de presidentes” y las aspiraciones legítimas de cientos de compañeros de su partido para legalizar la impunidad y la corrupción, cavando su propia tumba política y enterrándose en ella para siempre. (EPD. ¡Si puede!)